lunes, 21 de diciembre de 2015

La herida en la lengua, Chantal Maillard

Nunca suficientemente desolados para tocar fondo y arañar el lodo. Tan sólo acariciarlo con la punta de los pies quebrados, huesos Egon Schiele, suspendidos. Levitación en ciernes. Detenida ascensión y vuelo tan sólo permitidos en la fase más leve del sueño.

Soportados por millones de esclavos que arrojados al frío olvidaron su origen y sus cuentos para no recordar el trayecto de ser otro a ser nadie, ¿qué haremos con la vigilia?

Breve temblor de vasos en la mesa. Los pájaros emigran.

Quién tuviese aún tatuada en la piel la segura trayectoria de las aves y la suerte de morir en vuelo, sin sorpresa, sin un grito. Quién pudiese aún vivir en la inocencia, sin preguntas, sin temor y sin vergüenza.


Agárrate el pañuelo, Tatiana (Aki Kaurismäki, 1994)