jueves, 28 de enero de 2016

Plans for a Future Romance, Emily Berry

Did you wear this scarf for the Piccadilly line? you asked,
because it was blue, and long, I suppose, and no;
but I like the suggestion that I might have picked out
my clothes to line up with our earliest journeys;
and by the way I still haven't told you how closely 
I studied the print of this dream that slowly began
to contain you, quietly lifting off glass as the night 
fell open upon me and bright, spilling these signs that
modestly marked what you might come to mean to me:
a cornflakes box too tall for the press, as you'd call it;
text messages about snooker and sleep; the sticky 
aftertaste of half-sucked sweets; your mouth warm
in the morning; your hand, vanishing last through
a doorway this morning, holding mine as I'm falling awake.


miércoles, 13 de enero de 2016

Yann Andréa Steiner, Marguerite Duras

«Vous aviez dit : Je vais venir.
J'ai demandé pourquoi venir.
Vous avez dit : Pour se connaître.
À ce moment-là de ma vie, que l'on vienne me voir ainsi, de loin, c'était un événement effrayant. Je n'ai jamais parlé, c'est vrai, jamais de ma solitude à ce moment-là de ma vie.»

«J'écris aussi des choses que je ne comprends pas. Je les laisse dans mes livres et je les relis et alors elles prennent un sens.»

«L'enfant, il regarde. Tout il regarde, la mer, les plages, le vide. Ses yeux sont gris. GRIS. Comme l'orage, la pierre, le ciel du Nord, la mer, l'intelligence immanente de la matière, de la vie. Gris comme la pensée. Le temps. Les siècles passés et à venir confondus. GRIS.»

«Un jour l'été finira. La mémoire vous en vient parfois dans le plein soleil de la plage à travers la transparence des rouleaux de vagues. Quand parfois l'été est à perte de vue répandu, si fort, si blessant, ou sombre, quelquefois illuminant, quand par exemple vous n'êtes pas là, et que je suis seule au monde.»



lunes, 4 de enero de 2016

Joven y bonita (François Ozon, 2013)






















El amor, Marguerite Duras

Ella se levanta. Se queda frente a él, erguida, rígida. Él tiene ante sí el cuerpo entero, el rostro, la sonrisa.
—¿No la encuentra?
—No.
Ella se sienta de nuevo.
—Siga mirando.
Ella inclina el rostro hacia adelante: se refiere al rostro. Él dice:
—Su pelo.
—Sí. —La sonrisa se acentúa. 
—Teñido.
—Sí. De negro —añade, y la sonrisa se acentúa más—. Mis cabellos negros teñidos de negro. —Ella agrega todavía—: ¿Eso es todo?
El espanto pasa; terraza, parque, lugares de espanto súbitamente. El viajero se levanta, se apoya en la mesa, ya no la mira. Ella sigue mirándole, esperando todavía la respuesta, y sonríe:
—¿Qué? ¿No ve nada más? —señala a su alrededor, la habitación, el parque, el espacio cerrado por muros y verjas, las defensas—. ¿No ve usted nada?
Él niega por señas: nada más, no ve nada más. Ella dice:
—La muerta de S. Thala.
Ella repite, ella dice:
—Yo soy la muerta de S. Thala.
Ella espera, termina la frase:
—Me he librado de ella.
Ella espera un poco más, termina la frase:
—La única entre vosotros —agrega—: La única, la muerta de S. Thala. 
Se vuelve hacia su parque, hacia su habitación. Ya no termina ninguna frase. La sonrisa está todavía allí, debajo de ésta no hay más que unos rasgos. 
Él se va. Ella le deja ir. Ella se queda allí. Allí.
Él recorre el camino del parque, abre la verja, sale.
Afuera. El espacio. Las gaviotas de la mar que cruzan.